Así lo refleja el promedio de amonestaciones y expulsiones aplicadas en los partidos post y pre pandemia.
El aporte del público en los estadios es inobjetable. Sobre todo en aquellos míticos escenarios que lograron imponer con el transcurso de los años, la leyenda de lo hostil de su localía para con los rivales.
En Sudamérica, mayormente, existen numerosos casos de jugadores y técnicos que, en su momento, ya manifestaban notar una gran diferencia al disputar los encuentros solo con público local. Principalmente, en las sanciones de los árbitros sobre infracciones cometidas a los futbolistas visitantes, que sin la presión ejercida por el reclamo al unísono por todo una tribuna, pasaban por alto la situación por más notoria que fuera, y que, en otras circunstancias, con el rugido de los hinchas, la determinación final del juez podría ser condicionada.
A este ejemplo, se le adhiere la falta de claridad en ocasiones a favor del equipo anfitrión, en las que no se percibe una razón firme para una determinada resolución, pero que sí cuenta con la coacción contribuida por un estadio entero que reclama a un colegiado que debe decidir en una milésima de segundo.
Sin embargo, la cuota que le agrega la afición al juego, no solo influye el proceder de las autoridades, sino también, la de los protagonistas, a quienes el público con su efervescencia lograr contagiar fácilmente.
En Europa se registró que, en la vuelta de la Champions y Europa League, hubo una merma del 24% en la cantidad de amonestaciones y de un 39% en las expulsiones. Mientras que por Copa Libertadores, según Miguel Scime en un artículo que escribió para Infobae.com.ar, las sanciones disminuyeron un 19,32%. Este factor, sería la causante de una mayor agilidad en el ritmo del cotejo, el cual aumentó en un 11%, al parecer, debido a la reducción del tiempo de las intervenciones de los árbitros.