El español arribó a los Gunners para poner de pie a un equipo herido, carente de identidad y de ánimo. Meses después, aunque atravesaron momentos difíciles, en el norte de Londres celebraron una FA Cup y con una sonrisa abrieron la nueva temporada con la obtención de la Community Shield
Arsenal vivió momentos de frustración en reiteradas ocasiones desde aquella última conquista de la Premier League en 2003-04 con los Invincibles. La consagración en liga se volvió esquiva, una final de Champions League tuvo final triste y debieron esperar años para un nuevo título, que fue la FA Cup de 2014 con Arsène Wenger.
La salida del legendario entrenador en 2018 planteó un desafío mucho más difícil de lo que se suponía. Unai Emery fue el reemplazante y, si bien el primer año no fue brillante, hubo aspectos positivos. En el campeonato finalizaron en el 5º lugar y estuvo cerca la consagración en Europa League, pero en la final la ilusión fue destruida por Chelsea.
La temporada siguiente, la 2019-20, fue la de mayor decepción en todos estos años para el Arsenal. Emery fue destituido luego de un mal inicio por la liga, ante un contexto en el cual su continuidad no daba para más. Un ídolo de la casa, Freddie Ljungberg, de forma interina tomó las riendas del primer equipo. Con ese cambio repentino tampoco repuntó el andar de los Gunners.
El presente era intolerable, hacía falta un cambio y que arribara alguien que pudiera levantar a un gigante lastimado. Arsenal confió en Mikel Arteta como la persona indicada para colocarse al frente de un plantel desorientado y para encaminar un proyecto a largo plazo fructífero para el club. Se trataba de su primera experiencia como entrenador principal. Arteta conocía al club, fue capitán en sus épocas como jugador, y había empezado su camino al costado del campo de juego como ayudante de Pep Guardiola en Manchester City.
Las transformaciones tardaron en verse acompañadas de mejores resultados. Hubo traspiés y costó revertir de un instante la situación en la que se encontraba el equipo. El camino presentó obstáculos y golpes difíciles de asimilar, como la inesperada eliminación en 16vos de final de Europa League ante Olympiacos como local. Resultados de este tipo indicaban que aún quedaba más trabajo por delante y también fue una puesta a prueba del carácter del equipo y de la capacidad para reponerse de un revés como fue esa derrota.


Pero el camino cambió hacia una mejor dirección. Más allá de que sufrieron, el equipo mostró personalidad y el entrenador influyó en ese aspecto, fue tajante acerca del carácter y quien no estuviera completamente comprometido no podría tener lugar. Arteta tomó decisiones fuertes, como prescindir del equipo principal de jugadores como Özil o Guendouzi, ya que sus comportamientos no cumplieron con lo pretendido para conformar un plantel armonioso y unido con hambre de gloria.
También resolvió con mérito aspectos como la defensa, principal debilidad, para resolver inconvenientes que se habían presentado. David Luiz fue apuntado en reiteradas ocasiones por errores propios y por un rendimiento insatisfactorio, pero Arteta encontró la manera de contrarrestar sus defectos para que el brasileño pueda aportar como titular. El experimentado defensor fue colocado en el centro de una línea de 3 defensas, que también se transformaba en una de 5 con la ayuda de carrileros, y su función empezó a mejorar.
El español logró acomodar piezas y encontró un equipo que dio satisfacciones. En el centro de la cancha Xhaka y Ceballos se convirtieron en una buena sociedad, mientras que por los costados los carrileros Bellerín y Tierney brindaron amplitud e ida y vuelta para atacar y defender. En ataque, Aubameyang, la estrella principal del equipo, brilló por la izquierda y festejó muchos gritos. Por derecha dio más participación a Saka, juvenil que fue una gran aparición esta temporada, con personalidad para ser de la partida y con polifuncionalidad para cubrir otros puestos. Como delantero de área pudo contar con la jerarquía de Alexandre Lacazette y en algunos cotejos también depositó la confianza en el joven Eddie Nketiah.
Arsenal terminó la Premier League en el octavo lugar, una marca que da cuenta de que el proceso ha tenido dificultades, pero a pesar de ello la temporada culminó con alegría. Fue en FA Cup, competencia en la que los Gunners encontraron la gloria en los últimos años, donde el equipo de Arteta mostró su versión más competitiva y finalizó con festejos en Wembley. En semifinales, un partido bien pensado por la ex mano derecha de Guardiola, vio como el aprendiz superó al maestro, y con dos goles del siempre presente Aubameyang dieron el paso al partido decisivo.
En la final, el gabonés volvió a lucirse: anotó otro doblete para el triunfo y para asegurarle el trofeo al Arsenal. Mikel Arteta consiguió su primer título en su primera experiencia como entrenador principal, y devolvió la alegría a unos Gunners que hasta entonces sólo tenían heridas.


emanas después, se encontraron otra vez en Wembley en la celebración de una nueva conquista: esta vez levantaron la Community Shield, luego de imponerse por penales ante Liverpool. Un gol con sello del entrenador había puesto en ventaja a los de Londres: un pase que rompió con la presión alta del rival, luego terminó con un desenlace ya conocido, Aubameyang convirtió desde la izquierda. A pesar de no haber podido sostener la ventaja con un equipo enfocado en defender el arco, en la tanda de penales consiguió el premio y, en la antesala de una nueva Premier, Arsenal abre la temporada con la confianza de poder competir ante rivales fuertes.


La reconstrucción del equipo parece estar en buenas manos con el actual entrenador. Supo generar un ambiente positivo, revertir una actualidad decepcionante, acomodar las piezas con ingenio, enseñó disciplina a sus dirigidos y les inculcó un mayor compromiso. Futbolistas talentosos como Aubameyang y otros que dan sus primeros pasos como Saka tienen lugar para dar lo mejor de sí y aportar para tener satisfacciones.
La renovación del capitán y goleador, cuyo vínculo vence en junio del próximo año, es una obsesión y Arteta se mostró optimista con respecto a que Aubameyang continuará en el club. Tanto el jugador como el entrenador se valoran entre sí y disfrutan de la complementación de uno al otro. Para el director técnico es una pieza vital, mientras que el delantero disfruta de su nivel y protagonismo, aunque también aspira a grandes logros. Para el proyecto del Arsenal la permanencia de su figura principal es una cuestión clave, y esperan poder lograrla.


Aunque los resultados a veces pueden tardar o no reflejar el buen trabajo de un equipo, en este caso hay dos títulos que, no por el peso que tengan en sí mismos pero por las circunstancias en que se lograron, son la demostración de que Mikel Arteta es capaz de edificar un equipo que ponga al Arsenal a la altura de otros rivales fuertes de su país y lo vuelva a colocar en lugares de protagonismo.