El profesor Marcelo

Hace poco más de una semana el Leeds United, el mismo equipo que el año en que quebró Colo-Colo se enfrentó a él en un amistoso peculiar, porque además, fue en tierras australianas; ese mismo equipo que hace 16 años dejaba la Premier League, ascendía en forma brillante a la máxima categoría del fútbol inglés comandado por un más que conocido nuestro: Marcelo Alberto Bielsa Caldera.

La gran gesta del Leeds nos tocaba, de algún modo, de cerca ya que su entrenador es probablemente uno de los fenómenos futbolísticos, sociales y populares más importantes en los últimos diez años en Chile. Él fue el técnico que inició a la ya casi extinta generación dorada de nuestro fútbol. Sin embargo, esta columna no tiene por objetivo analizar tácticamente lo realizado por el exequipo de Mark Viduka y que hoy acoge al técnico rosarino como uno más de los suyos, sino que busco plantear el porqué creo que Marcelo Bielsa – el mismo de “siempre pasa algo, Matías”- es tan querido en nuestro país.

Llegaba sorprendentemente en 2007 después de haber ido a participar a la Copa América de Venezuela aquel año, pero nada hacia presagiar que esa relación de poco más de tres años sería tan larga, concisa y duradera en el tiempo. Porque al contrario de lo que aquellos equívocos críticos quieren hacer creer, el fútbol es más que títulos, vueltas olímpicas y medallas. Porque aunque Bielsa no haya, efectivamente, levantado ningún título – lo más cerca que estuvo fue el subcampeonato en Toulon 2008-, su importancia radica en cuestiones profundas, de piel y de alma que se incrustan y quedan en la memoria. La relación de Chile con Bielsa, incluso, de alguna forma, es anti sistémica, pues les derriba esa concepción errada de winner a aquellos que pregonan que él no ganó nada con la selección y que el fútbol debe verse, tal y como lo planteó Maquiavelo, como una especie de que “el fin justifica los medios” pues no es así. Él ganó mucho, nosotros, en particular, ganamos más, todavía.

Marcelo Bielsa actuó en Chile como aquel profesor que ve a ese alumno afligido porque no sabe qué será de él al terminar la enseñanza media, que le ve potencial y sobre todo cree en él a pie juntilla. Fue aquel profesor al que ese alumno ve con admiración porque no solo cree, también le muestra un mundo de posibilidades, que le motiva a aprender, a superarse y sacar todo ese potencial escondido. Fue aquel profesor al que el alumno presta atención incondicional, cuya materia y forma de enseñar le cautiva y comienza progresivamente a romper su zona de confort que lo stiuaba en la nada, en la improvisación y donde la incertidumbre por el futuro se habían hecho costumbre absoluta.

Porque sepan ustedes que el fútbol, así como la vida, es un camino largo que debe tomarse en serio; y ojo, Bielsa en sí no es un genio, simplemente sabe leer y entender las necesidades del trabajo colectivo, de creer en los individuos y hacer el trabajo profesionalmente. Bielsa es ese profesor que llega a cambiarte la visión de mundo, que alienta a ser más y que cree en ti a pesar de las dificultades que existan.

Este curso perdió a ese profe porque los directivos de siempre creyeron que era buena idea aportillar el crecimiento de los alumnos y enfocarse solo en los más talentosos, en los privilegiados, en los que estaban en la élite. Pero se equivocaron rotundamente.

El fútbol, como la vida, es un trabajo de paciencia, colectivo y que requiere de pasión y dedicación, pero sobre todo de convicción. Bielsa fue ese profesor al que miras maravillado en la sala de clase porque, sin decirlo, te hacía saber que puedes ser el mejor, que debes luchar por ser el mejor y que, en caso de no lograrlo, tu meta debe ser trabajar para serlo. Porque todo se equilibra al final.